martes, 27 de abril de 2010

Hoy soy del viento.

Hoy solo quiero un helado de menta.
Caminar bajo el sol.
Encontrarte en el camino.
Decirte que no estás derrotado.
Explicarte que todos nos sentimos diminutos frente a la presión del mundo.
Hoy quiero comerme la plastilina de Gianluca.
Meterme a una piscina, aunque este nublado.
Olvidarme del mundo y solo escribir.
Hoy quiero estar echada en un jardín.
Quiero sentir el aire frío.
Hoy quiero estar en un columpio y sentir como mi estómago se mueve.
Conversar en silencio, solo con la mirada.
Hoy el olor del café no estaría mal.
Hoy es un día para no pensar.
Meter la mano en un balde de pintura y sonreír.

domingo, 25 de abril de 2010

Es domingo

Me perdí en medio de la berma central, me había transportado. Los rayos del sol embellecían todo. Solo observaba e imaginaba estar caminando por ahí, rodeada de toda esa cantidad de verde. Estaba distraída y se nos pasó la entrada. Era un domingo con sol, un domingo que adormece y que provoca sólo ir al cine. Yo me imaginaba en la pantalla, sumergida en otra historia donde solo importan los hechos a venir. Yo era la protagonista, actuaba y estaba encantada por la escenografía. Otras veces era la espectadora, solo miraba con las piernas estiradas, relajada en la oscuridad, una vez más sin pensar. Pero hoy es domingo. Ayer, en cambio, repetí la mirada que juzga. Hago una pausa y veo el reflejo de la engreída, de la picona, de la amarga, de la hostil, de la oculta. Una Romina, luego de tres. La arquitecta bajo la mirada imponente de los edificios. La tímida que sonríe, la mala onda mandona. La que cree que siempre está en lo correcto. La celosa. Finalmente, la que se encuentra en medio de la nada. La que quiere desligarse de todo, ser egoísta y tirar la toalla. Quiere un momento para sí. Y el domingo, los sueños vuelven para atormentar y hacer presión.

miércoles, 21 de abril de 2010

Miradas decepcionadas

Hoy no tenía sentimientos. Caminé a casa porque debía hacerlo, no tenía ganas pero tampoco flojera, simplemente era a donde tenía que llegar. Ya se siente el frío…, llegué a ponerme pijama y a echarme, en la cama de mamá, a ver televisión. A descansar un minuto, a hacer una pausa dentro de tanto movimiento. No quiero pensar ni preocuparme. Después de jugar un ratito con Gianluca y sus plastilinas, me senté frente a la pantalla. Debía empezar una búsqueda, pero de pronto, los sentimientos se asomaron por la puerta. Solo echaron un rápido vistazo, pero fue suficiente para hacer que los siga. Me dirigí entonces al bosque de antaño. Reposé en las pocas hojas que todavía deja el otoño y me acomodé pero, por dentro, todavía estaba incómoda. Recordé y pensé que mejor es así, tal cual están las cosas. Porque no vienen al caso las miradas decepcionadas y amargas. Ni los silencios infinitos que mueren por ser asesinados. El tiempo es infinito y es lo único que me abriga en este momento.

lunes, 19 de abril de 2010

Hey, how do you do?

Apenas tocó el piso, un charco de tristeza se encargó de empaparla. Miró al cielo y hoy también el colchón de nubes ejercía presión sobre sus sentimientos. Ayer pasó igual, el cielo estaba extraño pero hermoso. Recordó entonces el día anterior, cuando el limite entre la arena y el mar era confuso. Donde se encontraba en otro territorio indefinido por la horizontalidad que se experimentaba. El gris lo invadía todo, pero la calma era gratificante. El olor, el aire lleno de historias. La mirada perdida en el horizonte. Finalmente imaginando escenas. Haciendo un esfuerzo por secarse siguió caminando. Esas diez cuadras son necesarias siempre, para cambiar de careta, redescubrirse y prepararse para, luego, colocarse una nueva, una vez más, al igual que Tarcila. Las dudas son su peor enemiga, hacen que cuestione todo, se encargan de angustiarla. Pero esta vez decidió apartarlas. Estaba caminando sola y ya lo ha hecho por bastante tiempo. Uno llega a acostumbrarse, lo llega a disfrutar. Conversaba con ella misma mientras andaba. Pero en silencio como siempre. Conversa con ella porque así no hay forma de que los comentarios queden sueltos, en el aire, sin nadie que los acoja. No confía en nadie y ya no quiere confiar en ti.

viernes, 16 de abril de 2010

La música en dos tiempos

La música suena y empieza su recorrido. Hace mucho que no puede descansar en tus hombros. Recurre a otros hábitos en reemplazo. Se conecta a otra dimensión donde reina la imaginación. Muchas veces la música corre rápido como el alcohol en su cuerpo. Provoca a los sentidos y muchas veces también te olvida. Muchas imágenes se cruzan con velocidad, pasan frente a sus ojos cual película. Movimiento imaginado, acciones no permitidas pero soñadas. Al instante, otra clase de música aparece. Queda pensativa, imaginando otras cosas con más calma, pero con más anhelo. Es cuestión de minutos. De pronto, alguien tiene que rescatarla. ¿Alguien desea hacerlo? Alguien lo hace. Tú no apareces, pero no es necesario.

Todos abrumados, todos apretados. Es el calor. Todos a mil. Todo corría muy rápido, el viento, la imaginación, las palabras, los pensamientos. Bochorno, era la música. No cambiaria leer un libro en el bus a ver por la ventana. No es perder el tiempo. Es aprovechar el espacio. Son experiencias. El ritmo te invade y se apodera de tu cuerpo, de tu mente. Todos se mueven igual. Y me invade la necesidad de plasmar todo eso para poder, luego, ser “normal” y cumplir con mis obligaciones. Mi mente se dispara sin temor y no me alcanza el tiempo. Antes estaba detenida, parada en otros tiempos, pensando que tal vez eso era lo que necesitaba. Lo necesito. Y una mano sin querer provoca. Un nuevo ritmo que no recordaba vuelve. Épocas de otros años. Ese ambiente, esa música. Esas ganas de bailar y provocar. Vuelve el cerquillo otra vez.

miércoles, 14 de abril de 2010

Roces

Parecía tener el corazón en la garganta, latía muy fuerte, muy rápido. Estaba nerviosa. Él tiene la capacidad de cambiarla en tan solo un instante. Estaba nerviosa porque tenía miedo de que eso pase una vez más. Temor de que ese poder sea tan grande y tan dominante como otras veces. Son gestos. Ella cierra los ojos para evitar cualquier riesgo. Deseaba tranquilizarse, en realidad no sabía qué es lo que estaba sucediendo. Roces, miradas que no se dan. Palabras que carecen de significados. Roces una vez más. Antes de que ingresara al mismo ambiente en donde se encontraba ella, la angustia estaba apoderándose de su cuerpo. En su mente, otras cosas sucedían, pensaba en el pasado cercano. En otros momentos que deseaba. Roces. Pero el silencio que se reflejaba en sus ojos era muy fuerte. Tenía miedo de voltear y enfrentarse a lo que le esperaba. Roces, pero se siente distante. El miedo ahora está presente, se hace notar. Ella prefiere evitar esos contactos que no parecen ser. Que no existen.

lunes, 12 de abril de 2010

Hoy no pensé en nada, solo en ti.

Esta vez no pensé en nada. Todo es muy difícil. Y aunque no te guste saberlo, los dos tenemos un mundo aparte. Hoy no pensé en nada. Hoy solo vi revistas e imaginé como sería nuestra vida. Nuestra casa. Y ese lugar que todavía no puedo definir, pero sé que tendremos. Un lugar creado por los dos y para compartir. Con tus gustos y los míos. Lleno de dibujos y de libros acerca de todo. Con paredes de pizarra para garabatearnos a escala. Con una pared para pintarnos cuando nos provoque. Y un cuarto con música siempre sonando para refugiarnos de vez en cuando. Y la gran ventana invitando al exterior, para que te entretengas observando. Hoy no pensé en nada, solo en que te quería hacer feliz. No tenía prisa, no pensé en nada.

sábado, 10 de abril de 2010

Mézclate y confúndete.

Por circunstancias ajenas.
Por comportamientos y actitudes.
Tal vez por mí.
En realidad, sí, por mi.
Observo.
Observo mucho a las personas y sus actitudes.
Su comportamiento.
Y a veces prefiero callar.
Prefiero no hablar.
En mi cabeza se forma un mundo.
Uno que pocos conocen y entienden.
Es por eso.
Y escribo.
Y así puedo hablar de ti, referirme a él y conversar contigo.
Te quiero.
Y no se a quién se lo digo.
¿Acaso tú no sientes esa necesidad de contacto?
Solo me gustaría saber eso.
A veces los nervios te consumen, hacen una fiesta en tu interior y es divertido.
Escribo para estar tranquila.
Para liberarme.
Lo que pasa es que me gustan las sorpresas.
Así como sorprender.
Imagino mucho, ese es el problema.
Así como estoy pendiente cada vez que suena el teléfono.
Expectativa pero mucho miedo.

miércoles, 7 de abril de 2010

Me gusta cuando escribes esporádicamente.

Necesitaba quitarme tu olor. Tú no lo sientes, pero yo estaba impregnada de ti.

Me siento débil cuando se quejan de mí, de mis acciones o de mis actitudes. Me siento débil cuando no logro hacer las cosas bien. Porque siempre quiero hacerlo todo perfecto, aunque hace mucho que deje de ser perfeccionista.

Ayer me soñé con el pelo largo, era otra persona.

Hoy entré a la casa y sentí otro ambiente. Sentí que estaba desligada, que vivo en otro mundo. Tengo dos mundos y solo quiero uno.

No quiero ser engreída, pero lamentablemente lo soy.

Tengo dos ronchas en la pierna, no me acuerdo cuando fue la última vez que tuve alguna. Me rasqué tanto que ahora tengo una herida. Sentí que volvía a tener cinco años.

domingo, 4 de abril de 2010

Un frasco de boticario.

No puedo andar ni atrás, ni adelante. En realidad siempre he estado atrás. No escondida, pero tú si me llevabas algunos pasos de ventaja. Tú siempre solitario, tú siempre individual. Yo separada por un silencio ensordecedor. Un silencio que apaciguaba todo, eso creías tu. Un silencio que ocultaba, pero sin embargo dejaba ver muchas cosas. Desde que empecé a andar atrás, tenía la oportunidad de ver con claridad el panorama. Me encontraba con pequeños detalles en el suelo, que tú no veías, y que yo decidía recoger. Un día mis pasos se toparon con un frasquito de boticario. Transparente y puro. Vacío. Era para guardar lo más preciado. Chiquito, porque las grandes cosas siempre vienen en porciones pequeñas (eso es lo que dicen). Tú seguías adelante, nunca volteabas a verme, a preguntar como iba el camino atrás. No parabas. No te ofrecías a esperarme. Yo a veces tenía que correr, me agitaba y no tenía ni un vaso de agua. Al principio yo entendía que tenías prisa, que tú me estabas guiando. Por eso mantenía tu ritmo. Para no perderme, para no perderte de vista. Pero aunque te gritara, tú no escuchabas, el silencio te sofocaba, hasta a veces parecías ciego. Como si una nube, se te haya cruzado en el camino. El frasquito lo llevaba cerca de mí siempre, en una mano, o en mi mochila. Era lo único que me calmaba. Lo sacaba con frecuencia para llenarlo de cosas bonitas que veía en el camino, con la esperanza de regalártelo algún día. Para que vieras, como yo atrás de ti, había sido así de feliz. Y quería que te imagines como lo sería si estuviera a tu ritmo, a tu lado, ayudándote a eliminar esas nubes que muchas veces te llovían encima. Pero las vendas en los ojos no se iban. Poco a poco, por cansancio y para saciar mi sed, llenaba ese frasquito, puro y transparente, con algunas de las lágrimas que podía recuperar. El frasco era chiquito y a pesar que muchas veces estaba cerca de llenarlo. Por las mañanas, siempre aparecía vacío, o con muy pocas gotas. Pasaba que por las noches antes de irme a dormir, lo dejaba abierto, entonces estas gotas retornaban a las nubes. A las nubes que se topaban contigo, pero que tú no lograbas ver. Mi desesperación por detenernos alguna vez, para tomar unas gotas, iba creciendo y de pronto la poción que iba juntando en el frasquito transparente y puro, se volvió oscura. Ahora era casi morada con toques azules. Reflejaba las noches solitarias, sin luna, sin estrellas. Ese líquido era más espeso, más denso cada vez, por lo tanto más difícil de evaporar. Esta vez el frasco se llenó con velocidad, pero ya no me provocaba beber de él. Es mas, a veces ni deseaba verlo, porque me entristecía ver esa sustancia que yo emanaba. Tu mientras tanto, seguías adelante, a veces parecía que retrocedías, que me estabas esperando. Pero todo era una ilusión. Un simple espejismo provocado por mi deshidratación. El frasco se llenó, la tapita de corcho solo lograba entrar con esfuerzo. Ahora yo ya no tengo donde colocar mas de esa sustancia. Tú, ahora corres. Y yo con más fuerza y velocidad me canso. Podría darme media vuelta y seguir otro camino. Pero no se qué existe que me liga a seguir por ese que nos une. Yo creo que esa esencia tiene parte de ti y necesita reunirse contigo. Volver a su origen y dejarte ver las cosas con claridad una vez más. Ahora yo quiero liderar el paso, pero solo porque me embriagué de rencor.

viernes, 2 de abril de 2010

Sonrío

Me muero de calor. Ahora me duele la cabeza y de la nada, la flojera se me coló como por un descuido. Quiero estar sola y no tener que conversar con nadie. Ni me provoca sonreír por educación. Pero recuerdo como me hablabas al oído, eso me causa gracia. O como cuando me saludas con beso y obligado, saludas también a la persona que este a mi costado. Pero solo a una, a nadie más. Sonrío.

Todas las hojas son del viento.

Toda la escenografía era morada, con toques azules, con un brillo especial. El camino era de adoquines, estaba descalza y sentir el contacto de los pies con el pavimento era algo particular. Las hojas de los árboles eran color aceituna y la noche estaba alumbrada por la luna. No había ningún rastro de verde aunque lo sentía presente. Los tambores se escuchaban a los lejos, provocándola, hipnotizándola. Por ultimo, guiándola. La tierra rozaba sus dedos con una fuerza desconocida que la conectaba con el suelo. A veces, el frío del pasto esporádico la aliviaba. La música seguía sonando, seguía invitándola, acompañándola. No sentía miedo, estaba segura pero excitada, no sabía lo que le esperaba. La melodía sonaba cada vez más fuerte, ya formaba parte del ambiente y se le metía hasta por los pies. Quería correr, bailar. La percusión era provocativa, la incertidumbre reducida pero conforme se iba acercando a la fuente esta crecía. El inicio de esos sentimientos la esperaba. Las notas la rodeaban cada vez más generando un brillo a su alrededor que al parecer la hacia volar. Al llegar, la música era tan potente que parecía evitar su ingreso. La única condición para formar parte de todo ello era dejar sus prejuicios y limitaciones en el cuarto de los abrigos. Todas esas grandes criaturas que se encontraban celebrando, sin duda no eran humanas. Festejaban su libertad y eran felices. La fiesta era una mezcla singular de personajes que habían optado por dejar sus disfraces a un lado. Había piratas, gigantes, toros, de todo, hasta lo inimaginable. Por un momento, y lo que duro la fiesta, pudo ser libre, estaba embriagada de la melodía. Sonrió y conversó abiertamente. Compartió muchas cosas y bailó con actitud. Estaba exhausta, solo recuerda haber amontonado hojas color aceituna que se encontraban esparcidas por el piso y se recostó calmada, feliz. El sueño fue profundo. Al despertar, vio a su costado el traje humano, lleno de defectos, de limitaciones. Se sintió decepcionada y una suave melodía rozó su rostro pálido: “toca la puerta cuando quieras”.

Lo inestable

Me paro en una superficie suave, inestable, confusa, engañosa. No se a dónde dirigirme. El piso es como el hielo, si desprendo una solo gota de mi ser, resbalaré y caeré en mil pedazos. Quiero, desde lo alto, caer en una piscina y permanecer en el fondo. Quiero que el viento me lleve consigo. Quiero que el mar me abrace en sus olas. Quiero estar en un lugar diferente en donde no existan los pensamientos. Quiero caer en un abismo y olvidar lo inestable.