lunes, 28 de febrero de 2011

Ella

Ella tenía miedo de todo, tenía miedo de hablar en voz alta, de participar en las clases del cole…aunque supiera todas las respuestas. Le daba miedo contestar el teléfono porque nunca sabía que decir, su madre tenía la culpa de ello. Tenía miedo de decir no y dejar que las oportunidades se pasen. Tenía miedo de expresar sus sentimientos. Tenía miedo de alejarse de su casa, por más de un fin de semana, por temor a olvidarse de la cara de sus padres. Tenía miedo de encender la hornilla de la cocina, por temor a quemarse o dejar escapar el gas, prefería morir de hambre. Tenía miedo de los “primer día de clase”, de los domingos en la noche, de sus cumpleaños, de los panes de molde secos, de la nata de la leche. Tenía miedo de mirarte fijamente a los ojos y descubrir la verdad oculta. Tenía miedo de hablarte con libertad. Le tiene miedo a los temblores y cualquier dolor que aparezca en su cuerpo. Tenía miedo a las caídas y llegar a una reunión familiar y tener que saludar a todos los tíos. Tenía miedo que el mar se la lleve lejos o que la haga chocar con la arena. Tiene miedo que una abeja le pique, que le roben en la combi. Tenía miedo de perderse en los centros comerciales. Tiene miedo de decir sí y luego arrepentirse. Ella tiene miedo de ver como otros avanzan su vida con fuerza y decisión, tiene miedo de quedarse estancada. Tenía miedo de pintarse las uñas y que esas fueran una distracción. Tiene miedo que el tiempo se le vaya y no haga nada de lo que soñó. Tenía miedo de que con un viento fuerte algo se le metiera en el ojo, porque la sensación es horrible. Tenía miedo de que su mamá la dejara sola en los cumpleaños, aunque debió hacerlo, todavía recuerda esa foto. Tenía miedo de que el pie se le enganchara en el aro de la bicicleta, como muchas veces le pasó. Tiene miedo de pensar mucho antes de dormir. Tenía miedo de pasar la mitad de un cuaderno, miedo de arrancar las hojas de él, miedo de empezar a escribir en él. Tenía miedo de ser perfeccionista y mírala ahora, es un desastre. Tiene miedo de que esperen mucho de ella y ella no tiene nada para ofrecerles más que sus miedos. Tiene miedo de salir cada día de su casa y enfrentar al mundo.

martes, 1 de febrero de 2011

Podría llenar un crucigrama y sería lo mismo.
Un juego de palabras, para despejar la mente.
Porque aunque mucho, te sigo queriendo.
Y hay aunques porque así me siento.
Porque mojé con una lagrima lo que tenía en el regazo.
Porque tu olor sólo me envuelve a veces.
Y porque cuando me envuelve por mucho tiempo,
Y luego me suelta, me siento perdida.
Porque tus palabras no llegan,
Y aunque quisiera,
No deberían.
Porque cuando me miras por mucho tiempo,
Sólo quiero ocultarme.
Y porque todo lo que imagino, tu ni lo imaginas.
Aunque tu no, yo sí.
Porque no soy nadie y debería serlo.

Sin título

Estábamos cogidos de las manos, esa conexión era suficiente, era como en el sueño, pero esta vez era real. Sin embargo, las sensaciones de tenerte tan cerca eran como un sueño. Te quería, me sentía cómoda, me sentía querida, me sentía liviana como la niebla fresca. Con sólo cerrar los ojos puedo recordarlo todo y sentir esos abrazos de descanso, de confianza, de no querer decir nada más, pero saber que todo está dicho. Son como caminar bajo esa lluvia amarilla de Enero y sentir los dedos entrelazándose, como si siempre hubieran pertenecido juntos. Yo te buscaba la mano y tu respuesta me bastó.

Llegamos y tú estabas detrás de mí. Siempre detrás de mí. Era evidente que veníamos juntos, pero nuestra relación no lo era, ni nosotros lo sabíamos. Se fue dando poco a poco.

No pude dejar de pensar en tus palabras, no podía saber con exactitud si las dijiste angustiado, incómodo o como yo quería escucharlas, o mejor dicho, como yo quería decirlas. Pero quiero creer que así como yo, pensabas lo mismo. Estábamos de las manos y al salir las palabras de tu boca yo te solté, con la esperanza de que no me dejes ir y me jales hacia ti, y digas que te gustaba así, que no importaba del modo en el que estábamos. Pero no fue así, yo solo me adelante unos pasos y en el silencio hubo un abrazo. Luego, volvimos a tomarnos de las manos, pero en ese silencio previo todo lo que teníamos que decir se dio por entendido.

Tu olor es dulce y amargo a la vez. No se regala. No me hace volar de inmediato. Es justo. Es preciso. Y luego, me acordé del latido de tu corazón. Era diferente al que ella estaba habituada. Era lento, era pausado, era muy bajo. Pero imagino que ese ritmo refleja tu interior. No tienes nada que ocultar, llevas paz en ti.