miércoles, 31 de marzo de 2010

Alice in Wonderland

Era de noche. Esta vez no usó las veredas y decidió entrar en el bosque oscuro, caminar junto a los arboles, y bajo su sombra, con la esperanza de caer en un hueco y despertar en un mundo extraño.

lunes, 29 de marzo de 2010

Rara

Aproximadamente, durante tres días a la semana y durante los próximos cuatro meses experimentaré sentimientos… RAROS.
Debido a la señora de verde que se te tira encima.
Y porque la otra señora gorda se queda en la puerta y no deja pasar a nadie.
Y a causa de el hombre vivo que te gana el sitio.
Y por la falta de respeto que la gente tiene por los demás y por si mismos.
Y además, el borracho que se cayó.
Y están los que te pisan y no piden perdón.
Y el que se hace el loco para no pagar pasaje.
Y el que se te avalancha para bajar.
Y el que maneja como si estuviera en un videojuego.
Y en casa, la bisabuela que se cree mamá. Y la mamá que no está. Y la abuela que molesta engríe. Y los nietos que hacen bulla. Y la chiquita engreída que no sabe hablar, sino gritar. Y todos hablan a la vez. Y los mails que no respondes. Y los mensajes que llegan tarde. Y la distancia que nos separa. Y las conversaciones con otros. Y el cansancio que solo un abrazo no dado lograría aliviar. Y los te quiero que no vienen al caso.

Y sus pecas me dan risa porque me recuerdan a mi.

Caminé a paso lento, sin abrigo, sin prisa. Caminé sin el miedo que a veces me asecha. Caminé observando mi sombra que parecía ser otra. Caminé porque el viento me estaba limpiando, con fuerza, con frío. Miraba el piso, pero mi mente estaba en otra parte y mis ojos casi estaban cerrados. Y el cerquillo ahora estaba revuelto. Y quería escribir todo en ese momento. Y pensaba que mi sombra reflejaba lo fuerte que parecía ser, cambiamos papeles. Ahora yo era la que me escondía. Porque estaba triste. Porque no entendía porque había esa barrera. Porque no entendía las contradicciones. Porque te extraño. Ahora estaba silenciosa como la luna que me esperaba al voltear la esquina. Presente pero callada, porque está molesta, porque le duele hablar. Inmensa pero tímida, estaba presente para consolarme, para distraerme, para darme los abrazos que necesitaba. Y las frases se me olvidan. Y te extraño.

domingo, 28 de marzo de 2010

No puedo concentrarme en absolutamente nada. Sentada frente a la pantalla, con las piernas encima de la silla y la cabeza baja. No estoy cansada, pero tampoco con energía. Necesito echarme y empezar a hablar de lo que quiero, de lo que me gustaría. Pero necesito de tu parte para que me oigas. Necesito que prestes atención. No porque te lo pido, sino porque realmente te interesa. Me gusta cuando hablas suave, despacio. Me gusta cuando tratas de convencerme de algo. Pero no me gusta cuando me presionan para hablar. Permanezco en silencio absoluto y romper esa barrera se hace infinito. Necesito convencerme de las cosas y que eso está bien. Problema.

Como un zoom en un cuadro de Van Gogh

Tengo que disculparme con algunas personas. Agradecerles a otras y finalmente descubrirme una vez más. Confusa. Extraña. Sin palabras en la boca. Atrapada. Anacrónica. Con miles de apuntes a mi alrededor y sin poder encontrar un hilo conector para estos fragmentos.

Caminando por el malecón descubrimos varias cosas. Aprendimos a cerca de nuestros gustos, comprendimos que somos arquitectos. Entendimos que podemos reír y conversar. Que podemos detenernos y el tiempo también lo hace. Observamos a nuestro alrededor y entendí qué es lo que deseo. Dejamos que el sol nos abrace y que el infinito nos lleve de viaje.

Me gusta compartir contigo, solo que a veces te siento muy débil.

La rara, la complicada, la engreída que no cambia de cara, esa es ella.

Estaba metida en una encrucijada. Era un lugar en donde las telarañas no dejaban de cruzarse en su camino. Sentía un bochorno exagerado pero no era por causa del sol radiante. Rostros ajenos la perseguían, murmullos a lo lejos y cercanos rozaban sus oídos.

Me gusta refugiarme en los olores, tal vez porque abrazo muy poco y siento que ellos me abrigan y me acompañan.

No me gusta tomar decisiones. Y soy complicada para pedir perdón.

Soy una chica que no usa anillos, al menos que alguien me de uno de compromiso. O no usaré uno hasta ese día. No uso pulseras, salvo el aro que tengo en la mano derecha, desde que tenía 9 años y ya no me sale. Uso el mismo reloj desde que estoy en 6to de primaria. No uso collares. Uso los mismos aretes de perlas todos los días o al menos algunos del mismo estilo. No uso el pelo suelto al menos que este largo. Uso vinchas, pero cada vez menos. Llevo la uñas cortas siempre.

Juguemos ajedrez o seamos humanos. ¿Qué prefieres? Yo los combinaría. Yo quiero jugar.

Estábamos navegando en un mar azul. Con la marea alta. Con riesgos de perdernos para siempre. La única salida era sumergirnos. Por un momento, por la llegada de un tercero, la imaginación dejo de funcionar. Las camas tomaron su posición original. El cuarto estaba estable.

Un sueño de otra dimensión, otra época del año, otra estación. Era otoño pero no uno limeño. Había barro, humedad, hojas secas que crujían y hacían melodías. Era una atmósfera de película. Quedó maravillada, tal como cuando va al cine.

El sol se fue, pero necesitaba estar en ese lugar, relajarme, distraerme, expresarme o simplemente pretender ser la escritora que quiero ser. La lluvia amarilla ya se agotó. Los árboles ahora no lloran y parece que el invierno se cansó por completo y decidió marcharse. Solo me hace falta un cigarro para sentirme grande o completamente loca para estar sola en ese lugar. Tal vez me gustaría ser reportera, no lo se. Pero si me gustaría andar descalza por el jardín húmedo y frío. Y tocar todo lo que sea posible. Quiero ser libre. Quiero echarme y descansar en sus brazos amarillos, quiero que me embriague y solo un momento para disfrutar esto.

Salir de casa es lo más difícil, es lo peor. Pero una vez fuera, el ambiente es distinto. Acogedor. Acá no hay nevadas ni lluvias fuertes, pero atravesar ese camino y andar bajo esa lluvia amarilla te hace renovar. Es incomparable.

Estaba echada en el piso y entendió que estaba formada por pedazos. Tenía parches por doquier. Cada uno significaba algo en particular. Esta conformada por visiones, por recuerdos, por olores, por pensamientos, por sensaciones, por palabras de los demás. Su cuerpo está hilvanado. Es un borrador. Por eso, si alguien tira muy fuerte, este puede terminar roto. Está por definirse, está en un proceso de cambios.

Dos mentes en la alfombra. Una en un sofá. Cada una por su cuenta. Una noche para recordar o para olvidar. Tal vez sus mentes se encontraron por un momento como dos miradas. Como tú y yo. O como yo quisiera entre tú y yo.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Me encontraba sentada en uno de esos muebles donde colocan a los bebés, para examinarlos y medir cuánto han crecido. Era marrón y tenía miedo de romperlo, a mi edad no debería haber estado ahí. Pero sin embargo, ahí estaba frente al pediatra, entre esas cuatro paredes, en ese consultorio que aproximadamente, a mi parecer, sigue igual desde hace 12 años. Le contaba acerca de lo que sentía, mientras él observaba lo que mi cabeza sugería como el problema. Hablaba con la voz temblorosa, en cualquier momento podía estallar con facilidad. Los nervios querían apoderarse de mí, pero creo que pude controlarlos de alguna forma. Las descripciones del dolor que lograba relatar, eran muy vagas e imprecisas. Es algo raro y siento que algo anda mal, decía yo. Finalmente, no era nada grave y creo que todo estaba en mi mente. Entonces, lo que me recetó el doctor fueron unas vacaciones. Aunque ya me encontraba en ellas y ya había salido de la rutina. No más trabajo, ni clases, al menos durante una semana. Necesitaba relajarme, lo necesito. Pero así no tenga nada que hacer, igual me despierto temprano y matar las horas sin esperar nada, no es algo placentero. ¿Dormir? ¿Para qué? Si mañana será un día igual, no hay nada espectacular. Monotonía o simplemente la sensación de sentirse sola. No hay nadie disponible, ningún compañero aventurero, ningún príncipe al rescate. Nadie que piense como tú. Nadie en quien confiar, con quien contar más que con tu orgullo… Soy como una niña (que todavía va al pediatra), que cuando le dicen algo, se queda con la ilusión y la esperanza de que eso se cumpla. Solo que con el tiempo, aprendió a reprimir la emoción que genera la expectativa porque sabe que la mayoría de veces que algún adulto habla, no se cumple.

lunes, 8 de marzo de 2010

Tengo una lista.

Tengo un cuaderno amarillo con flores azules que un amigo me regaló para que no dejara de escribir. Tengo el alma fría y llena de rencores. Tengo una fábrica de sueños que deseo clausurar. Tengo una mente que sirve de hipódromo para las palabras y una boca que las hace prisioneras. Tengo una mirada muy mal educada. Tengo un corazón que se agita y náuseas que vienen y se van. Tengo un río en mi interior que se desborda con facilidad. Tengo miedos que se esconden. Tengo ganas que se disfrazan. Tengo dudas, pero más miedos que dudas. Tengo las uñas cortas y miles de esmaltes de colores. Tengo una sonrisa difícil y la manía de presionar muy fuerte a la hora de escribir. Tengo la ilusión de ser diferente y la costumbre de ser antipática. Tengo una inquietud.