sábado, 8 de agosto de 2009

Hormigas

Algunas veces me gustaría ser una hormiga. Tan chiquita, tan insignificante. Ser una hormiga para que en los momentos precisos venga un gigante y sin mucho esfuerzo me aplaste, lentamente, con un solo dedo. En este momento me gustaría ser una y cuando no encuentro respuestas también. Pero en momentos más felices, me gustaría ser una de ellas porque me he dado cuenta que son muy amables. Trabajan en equipo, se preocupan por los demás y cuando se cruzan con otras se saludan con cariño, con una sonrisa en la cara. Todas, absolutamente todas se saludan. Algunos deberían aprender eso, un saludo no te hace menos, sino te abre puertas. Por eso digo que a veces quisiera pertenecer a ese mundo. Sin embargo, existen distintas clases de hormigas. Las salvajes y las domésticas. Las salvajes son más cariñosas, sinceras, dicen lo que sienten y te escuchan, realmente lo hacen. No solo se limitan a decir okay. Las domésticas en cambio, son hipócritas. Cuando te ven llegar se detienen, se ocultan porque tienen miedo, porque siempre tienen algo que esconder. No son honestas ni con ellas mismas. Por eso, aunque a veces desee ser una hormiga debo tener cuidado con lo que deseo. No me vaya a tocar ser una hormiga doméstica o pero aun toparme con una de ellas en el camino y que no me salude.

No hay comentarios: