martes, 11 de agosto de 2009

:)

Una canción navideña y todo es perfecto. La escena se armó como por arte de magia y sin pensarlo. La música empezó a sonar, era animada pero de otra época del año. Levanté la mirada y la ironía en los ojos de Adrian era evidente. Sonreí y con esfuerzo contuve la risa. Yo también notaba la música fuera de lugar, pero de pronto se tornó perfecta. Los cuatro estamos sentados alrededor de una gran mesa rectangular haciendo trabajos manuales. La gente que pasaba por ese cuarto habría pensado que hacíamos collares o pulseras. Para mí y en mi mente hacíamos galletas de navidad como una gran familia. Donde nosotros éramos los niños que se peleaban por los ingredientes, para obtener la mejor galleta decorada con esas bolas de colores que tenía colgadas en el cuello. Parecíamos niños en víspera de navidad, reunidos haciendo galletas para ofrecerle a la familia durante la cena de noche buena. Y de pronto con esa música, la imaginación empezó a despertar. Y sin pensarlo demasiado estábamos rodeados de chupetes azules, pero cuando estos están por desaparecer y la bola de caramelo se hace muy pequeña en proporción al palito que la sujeta. Además, esparcidos por ahí había palitos con chicles verdes masticados, sabor a manzana por supuesto. Había también esos palitos para tocar xilófono y no olvidar la tira de chicles redondos y de colores brillantes. Si supieran, en realidad nada de eso era verdad. Lo único que hacíamos era una maqueta para un concurso de arquitectura. Sin embargo, la música cambió todo el panorama para mí.

1 comentario:

ro.. dijo...

Me encanta cuando eso pasa y poco a poco me voy dando cuenta de lo que estoy viviendo. En ese momento ya se que habrá una historia interesante por contar.