lunes, 25 de mayo de 2009

Una tarde

Una vez que empiezas a caminar ya nada te puede detener. Si pierdes el ritmo, ya para que seguir…caminé con el viento helado que me refrescaba y me despeinaba el cerquillo continuamente. Vi vitrinas, entré a las tiendas de ropa, me vi en los espejos, vi de lejos que libros nuevos habían…que cuentos bonitos podía usar de inspiración…me mandaron un beso, volví a ver mil escupitajos. No se que pasa con eso. Pisé jardines, caminé bajo los árboles, una polilla blanca pasó por delante y también uno de esos pajaritos negros. Casi me estrello con ellos y pensé en lo contradictorio que había vivido, algo blanco y negro al mismo tiempo. Sonreí. Luego entré a una vereda que se interrumpía en un tramo. El pavimento estaba todo roto, rústico. Había un carro estacionado en paralelo y solo dejaba un estrecho pase entre la pared rosada de la parte posterior de la casa. Entonces en mi memoria entró un recuerdo de cuando era niña y visitábamos esa casa y disfrutaba del ambiente de entonces.

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