viernes, 1 de mayo de 2009

Narices: algunas huelen, otras se la pasan frías.

Cada vez que sucede algo en el interior de Olorina y no tiene a quien recurrir, pues su amiga Mary-Kate no se encuentra disponible en casa, Olorina empieza a caminar. A veces sin rumbo, a veces a su lugar preferido. Al lugar donde descubrió los olores. Olores de su entorno cercano. Olores como el jardín recién regado, o el aroma que desprende un charco de agua. El olor de la mañana o los copitos de los eucaliptos. Olores que la pueden transportar y llevar a esos lugares remotos donde alguna vez se encontró. Olores y aromas que pueden recrear con total facilidad, en su mente, momentos de su pequeña vida. Es así como olores específicos hacen soñar a Olorina cada vez que lo necesita o cuando los encuentra de repente y es sorprendida con una sonrisa en el rostro. Ya sea el olor de los lápices de colores acuarelables, los pasteles al óleo, la tinta de un lapicero o el olor a mar y bronceador en un pareo producen en ella algo inexplicable.

Existe todo tipo de aromas. Algunos le producen nostalgia como el perfume que solía usar mamá o papá. Otros le sacan una gran sonrisa y tal vez una pequeña risa. Otros la dejan suspendida en el aire…con unas ganas inmensas de poder quedarse en ese estado para siempre. Otros le producen satisfacción… una sensación agradable, rica como el olor a nuevo, el olor que se desprende al abrir una maleta cuando alguien retorna de viaje, o el olor a aire acondicionado. Otros suelen hacerle una mala pasada a su memoria, pues le lleva mucho tiempo reconocerlos y no puede estar tranquila hasta saber de donde provenían originalmente. También están esos olores que le trasmiten una sensación de angustia justo como los recuerda, el olor a la natación o el olor a vinifán. Pero existen también otros olores que tal vez solo Olorina conoce, como el olor a Arquitectura. Existen también en el mundo, lo que Olorina puede llamar ‘olores universales’. Olores que la mayoría son capaces de reconocer como el olor de la gasolina, el aroma del café, el pan recién salido del horno, el olor a huevo duro de la lonchera o el olor que las llaves dejan en las manos. Pero como Olorina nos hizo saber, hay olores que nos marcan y que solo uno los puede reconocer.

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