domingo, 31 de enero de 2010

Quiero decir que te quiero

Anduvo descalza durante toda la tarde y gran parte de la noche. Sentía el frío refrescante del piso en la planta de los pies, lo más probable es que por ahí se hayan colado esos seres diminutos que se dedican a investigarlo todo. Estos individuos son tan pequeños que a simple vista nadie puede notar su presencia. Son veloces y cuando ubican a su presa, su estadía en ella no tiene un plazo definido. Generalmente, vienen de visita cada tres meses o más. Y cuando logran encontrar un refugio seguro de cualquier ataque, no se van de ahí hasta cumplir su objetivo. La persona invadida por ellos sufre de ansiedad, de nervios que recorren todo su cuerpo sin saber de donde provienen exactamente, porque andan por ahí dando vueltas como en un circuito sin fin alguno. No puede permanecer quieta, necesita estar en movimiento constante para no pensar y no dejar que los invasores conozcan sus más íntimos secretos. Porque una vez que ellos los sepan todos, la conducirán a que haga lo correcto para que el curso del universo pueda seguir como es debido. Otro síntoma es el silencio, que también viene de visita para presionar a los pensamientos y que se rindan con facilidad ante sus nuevos inquilinos. Las palabras se van de viaje y es difícil retener la concentración. El hambre también se vuelve extraño, se vuelve pequeño e indeciso. A veces se tiene la ilusión que después de dormir y al despertarse a la mañana siguiente estos seres se habrán ido. Pero sucede todo lo contrario, ellos invaden hasta el subconsciente y actúan en los sueños. Se apoderan de ellos, son sus nuevos dueños. Despiertas más rápido, más temprano. Tratas de no pensar pero siguen ahí. La única manera de ahuyentarlos es haciendo una fogata y ahogándote en canciones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

finale