martes, 26 de enero de 2010

Camino

Existen momentos en los cuales sabes que vas a caminar. Lo sientes dentro de ti, son como impulsos que recorren todo tu cuerpo y se plantan en los pies. Y empiezas a andar observando todo a tu alrededor. Por momentos, esquivas el sol y durante otros disfrutas que el viento despeine tu cerquillo. Haces una parada, en una carretilla de helados, para comprar provisiones y refrescarte durante el camino. Sientes una sensación perfecta en tus labios, en tu boca y sabes que se trata del “sabor rojo”. Volteas la mirada y te preguntas ¿Quiénes somos? ¿Trabajadores de por vida?- te respondes. ¿Tú, a donde vas? Ves a lo lejos empleados de un supermercado y más adelante a los guardianes de algunos restaurantes. Luego te ves en el reflejo de una vitrina y piensas -por lo menos tú tienes a donde ir mañana- y al instante sales de ese pensamiento. Disfrutas el helado, sabes que tu boca esta cada vez más roja y una gota se desliza por tu brazo. Te limpias sin importar y disfrutas del camino. Disfrutas caminar por tu ciudad, aunque sabes que no es la más bonita del mundo pero sabes que es tuya y que perteneces a ella. Disfrutas sus sonidos, sus colores. Pasas por más vitrinas y te divisas una vez más en ellas, solo para ver como va ese cerquillo. Pasas delante de esos avisos publicitarios gigantes y los tocas. Sientes el metal y luego pasas por la esquina del eucalipto. Ves y sientes el crujido de sus hojas y esos copitos triangulares que regala a los que pasan por ahí. El piso esta repleto, pero no se ve sucio sino inevitable, te encanta. Pasas el palito de helado sobre la pared de ladrillos blancos y escuchas melodías y sientes el ritmo. No te ensucias las manos, pero más adelante, te das cuenta de que las paredes lisas son aburridas.

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