domingo, 14 de noviembre de 2010

Quería librarse.

Estaba al borde del precipicio. El cuerpo se encontraba abandonado desde hacia ya mucho tiempo, pero la herida parecía fresca. Del cuerpo todavía emanaba prueba del dolor, del sufrimiento. El charco de esa sustancia era inmenso pero no lo suficientemente grande para arrastrar al cuerpo al precipicio. No se convertía todavía en una catarata pero faltaba poco. Cada vez el charco crecía con mayor velocidad. El cuerpo quería caer, quería ser libre, quería olvidar todo lo que le había sucedido y a su asesino también. Pues el recuerdo le hacia doler y aproximarse más a la caída. Pero la falta de precisión del autor no dio por terminado el crimen. Y ella sigue sufriendo.

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