domingo, 28 de marzo de 2010

Como un zoom en un cuadro de Van Gogh

Tengo que disculparme con algunas personas. Agradecerles a otras y finalmente descubrirme una vez más. Confusa. Extraña. Sin palabras en la boca. Atrapada. Anacrónica. Con miles de apuntes a mi alrededor y sin poder encontrar un hilo conector para estos fragmentos.

Caminando por el malecón descubrimos varias cosas. Aprendimos a cerca de nuestros gustos, comprendimos que somos arquitectos. Entendimos que podemos reír y conversar. Que podemos detenernos y el tiempo también lo hace. Observamos a nuestro alrededor y entendí qué es lo que deseo. Dejamos que el sol nos abrace y que el infinito nos lleve de viaje.

Me gusta compartir contigo, solo que a veces te siento muy débil.

La rara, la complicada, la engreída que no cambia de cara, esa es ella.

Estaba metida en una encrucijada. Era un lugar en donde las telarañas no dejaban de cruzarse en su camino. Sentía un bochorno exagerado pero no era por causa del sol radiante. Rostros ajenos la perseguían, murmullos a lo lejos y cercanos rozaban sus oídos.

Me gusta refugiarme en los olores, tal vez porque abrazo muy poco y siento que ellos me abrigan y me acompañan.

No me gusta tomar decisiones. Y soy complicada para pedir perdón.

Soy una chica que no usa anillos, al menos que alguien me de uno de compromiso. O no usaré uno hasta ese día. No uso pulseras, salvo el aro que tengo en la mano derecha, desde que tenía 9 años y ya no me sale. Uso el mismo reloj desde que estoy en 6to de primaria. No uso collares. Uso los mismos aretes de perlas todos los días o al menos algunos del mismo estilo. No uso el pelo suelto al menos que este largo. Uso vinchas, pero cada vez menos. Llevo la uñas cortas siempre.

Juguemos ajedrez o seamos humanos. ¿Qué prefieres? Yo los combinaría. Yo quiero jugar.

Estábamos navegando en un mar azul. Con la marea alta. Con riesgos de perdernos para siempre. La única salida era sumergirnos. Por un momento, por la llegada de un tercero, la imaginación dejo de funcionar. Las camas tomaron su posición original. El cuarto estaba estable.

Un sueño de otra dimensión, otra época del año, otra estación. Era otoño pero no uno limeño. Había barro, humedad, hojas secas que crujían y hacían melodías. Era una atmósfera de película. Quedó maravillada, tal como cuando va al cine.

El sol se fue, pero necesitaba estar en ese lugar, relajarme, distraerme, expresarme o simplemente pretender ser la escritora que quiero ser. La lluvia amarilla ya se agotó. Los árboles ahora no lloran y parece que el invierno se cansó por completo y decidió marcharse. Solo me hace falta un cigarro para sentirme grande o completamente loca para estar sola en ese lugar. Tal vez me gustaría ser reportera, no lo se. Pero si me gustaría andar descalza por el jardín húmedo y frío. Y tocar todo lo que sea posible. Quiero ser libre. Quiero echarme y descansar en sus brazos amarillos, quiero que me embriague y solo un momento para disfrutar esto.

Salir de casa es lo más difícil, es lo peor. Pero una vez fuera, el ambiente es distinto. Acogedor. Acá no hay nevadas ni lluvias fuertes, pero atravesar ese camino y andar bajo esa lluvia amarilla te hace renovar. Es incomparable.

Estaba echada en el piso y entendió que estaba formada por pedazos. Tenía parches por doquier. Cada uno significaba algo en particular. Esta conformada por visiones, por recuerdos, por olores, por pensamientos, por sensaciones, por palabras de los demás. Su cuerpo está hilvanado. Es un borrador. Por eso, si alguien tira muy fuerte, este puede terminar roto. Está por definirse, está en un proceso de cambios.

Dos mentes en la alfombra. Una en un sofá. Cada una por su cuenta. Una noche para recordar o para olvidar. Tal vez sus mentes se encontraron por un momento como dos miradas. Como tú y yo. O como yo quisiera entre tú y yo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muuuuuuuuuuuuuy bonito romi!